El sorprendente Bizkaia Bilbao Basket continúa con su hazaña camino de la final de la ACB tras juguetear con el Real Madrid (68-51) y poner la eliminatoria 2-1. El próximo jueves, también en Bilbao, tendrá la primera de las dos bolas de partido para dar el golpe definitivo a un equipo que volvió a mostrar falta de madurez y preocupante apatía.
Desde el inicio, BBB se dejó llevar por la inercia de su victoria en la Caja Mágica, el comienzo de todo. Enganchó rápidamente un parcial de 13-0 que puso en órbita a los 8.500 aficionados vestidos de negro que llenaban Miribilla.
Jackson repartía, Blums anotaba desde 6,75 y Hervelle y Mavroeidis se fajaban en la pintura. Más tarde, Vasileaidis y Banic se sumaron, en una plantilla corta, pero comprometida con la causa. Enfrente, la apatía de un equipo sin alma, cargada ésta, es decir Llull, con dos faltas tempranas -tres en el segundo cuarto-.
El Madrid era superado en rebotes (acabó con 13 menos que BBB, algo insólito esta temporada), abusaba de pérdidas (17 al final del encuentro) y no anotaba desde fuera (2 de 15). Poco a poco se desesperaba, con múltiples tiros sin tocar aro, que mostraron un paupérrimo bagaje de 8 puntos en el segundo cuarto -sólo 11 su rival- y resultando un 33-21 al descanso.
Incapacidad y falta de actitud
Molin, inmóvil, asistía a su propia incapacidad y a la falta de ánimo de sus jugadores, hasta que avanzado ya el tercer cuarto, cayó en la cuenta de que alguna dinámica tenía que cambiar si quería que la flauta sonase. Puso a los tres bases en pista y Sergio Rodríguez cogió la citada flauta. Corrió a gusto, tiro de tres y puso a su equipo a cinco puntos a un minuto del final del tercer cuarto.
Bilbao no había cerrado el partido a pesar de haber gozado de 16 de diferencia y sólo la actuación del base canario colocó a su equipo en la senda de una victoria que nunca mereció y que, por justicia, nunca llegó. Un 2+1 de Banic a un segundo del final del cuarto ofreció el respiro suficiente a 'los hombres de negro' para no acongojarse.
Dos triples, de Jackson y Vasileaidis, terminaron por cerrar el espejismo blanco y permitiendo la fiesta de un público incrédulo, ante la facilidad de la victoria, la inconsistencia de su rival y la posibilidad de seguir haciendo historia.
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